lunes, 14 de junio de 2021

Doce Fuegos - El Templo de las Cuevas (Sentencia Records, 2021)

 Creo que puedo afirmar sin faltar a la verdad y, por consiguiente, sin miedo a que nadie me llame embustero, que estoy fracasando estrepitosamente en mi proyecto de actualizar este blog con regularidad. No es por falta de ganas, ni por no encontrar temas de interés que tratar aquí, es por una carencia de tiempo para atender a tantas cosas como intento llevar adelante. Así, con unos meses de retraso, vengo a hablar de un CD muy especial que cayó en mis manos y que es una joya que brilla con luz propia en mi colección desde que llegó a casa. Como ya lo habéis visto en el título del post, si no sois muy cegatos, no me voy a andar con misterios. El Templo de las Cuevas de Doce Fuegos o, lo que es lo mismo, de Miguel Palou Espinosa. Una alegría para los oídos depurados que gozan las músicas avanzadas y de la improvisación pura y, especialmente, un regalo para los que no pudimos asistir al concierto en el que se grabó esta maravilla sonora.

Como de costumbre, puesto que vamos a hablar de música y está toda disponible en Internet para degustarla, os dejo aquí el disco para que os regodeéis en su escucha mientras leéis estas líneas y así vamos con todo de la mano, como debe ser, pues es absurdo hablar de música sin escucharla (aunque en esta vida, y en particular en este mundo digital, hay tantas estupideces que ya no nos vamos a echar las manos a la cabeza por nada). Sin más preámbulo os dejo el disco:


¿Ya le has dado al play y está sonando como es debido? Perfecto, ahora podemos continuar como Dio manda, como un arco iris en la oscuridad.

Decía que me perdí el concierto donde se grabó este CD, es la triste historia de mi vida, no sé cómo me lo monto que al final me pierdo más conciertos de los que puedo ir. Me dolió no poder ir a este porque ya sabía del talento del señor Palou y quería escuchar que proponía en esta aventura en solitario aunque con nombre de grupo. Os hablaría de otras andanzas sonoras en las que está involucrado pero no es el momento oportuno y quizá sea mejor tapar con un tupido velo ciertos conocimientos que pueden perturbar el orden del Universo y el descanso de los Viejos Dioses ya Olvidados. Es así, las vibraciones que se desprenden las cuerdas del violín de Miguel cuando las crines de caballo las raspan podrían subvertir la realidad tal como la conocemos. Todo vibra, es el principio de la materia. El sonido, la música, influyen sobre la carne y el espíritu de un modo directo, sincronizando los hercios, guiando todo sobre un compás hasta un punto común.



Tres años ha tardado aquel evento en ver la luz en formato CD gracias a Sentencia Records, hogar de otras muchas catedrales sonoras en el ámbitos de los nuevos sonidos, la experimentación, las músicas avanzadas y todas esas aberraciones que tanto nos gustan. ¿Qué?, ¿que no te gustan? ¿Qué haces aquí leyendo entonces? ¿Eres masoquista o algo de eso? Tú verás con que desperdicias tu tiempo, a mí luego no me vengas con reclamaciones. He dicho. Al resto, sigamos. Ya conocéis el sello, sobreentiendo. Es pequeño pero eficiente. Su catálogo es mucho más que reseñable y este El Templo de las Cuevas viene a ampliarlo y darle más lustre aún si cabe.

Como estas escuchando, la música es una suerte de juego a la fuga contemporánea donde el señor Palou, armado de potentes loopers con los que deja claro que sabe perfectamente como sacar partido, va plasmando idea sobre idea, capa sobre capa, hasta lograr muros de sonidos tenues, casi pincelas, que superpuestas guían la mente por la senda del deleite y la exquisitez hacia territorios al tiempo sórdidos y bellos. Dejar navegar el oído y el ser por las atmósferas vibrantes que plantea esta música es crecer nutriéndote de todas las mismas fuentes que ha bebido el autor para dar forma a su obra. Una oreja entrenada sabrá adivinar influencias que van desde los clásicos contemporáneos hasta los movimientos más avanzados del underground del rock y el metal. Todas esas músicas que nadie más escucha pero tú y yo sabemos que son maravillosas. Miguel Palou también las conoce, las disfruta, las ha interiorizado y en este disco fundamental le da nueva forma con su violín, su mandolina y algo de percusión.



No hay espacio para complejas texturas armónicas, aunque seguramente podrá llegar algún pitagórico de la música, que los hay y se aburren tela como para hacer estas cosas, y reducir todo a tres ecuaciones de semitonos, escalas que alguien decidió ponerle nombre para parecer más cool, intervalos que repiten a pesar de prohibiciones eclesiásticas antediluvianas y partituras que nada ofrecen si se reproducen tal cual. No va de eso. Va de amor al sonido, a la vibración, a la música pura que emociona por el mero hecho de sonar, que mueve los afectos tal como te llega, inmediata porque no ha sido mediatizada por tal o cual iluminado que te instó a no usar nunca un cromatismo si no vas a terminar en la dominante de la escala en el tiempo fuerte del compás. Es libertad sonora que llega directa para transportarte donde Miguel quiere, a ese extraño paisaje sonoro iluminado por Doce Fuegos en el que hay un Templo de ominosa belleza que tienes que investigar, penetrar en sus muros de piedra esquivando las telarañas hasta llegar al altar donde el violín y la mandolinas reinan sobre el compás pausado, ceremonial, que marca la percusión.



Cinco piezas de títulos tan sugerentes como el del propio disco y que son la primera toma de contacto con la música a la que nombran, porque los nombres son importantes, porque preforman la existencia y la experiencia del sonido. Entras por La puerta de la luz, que se anuncia como Obertura, ¿cómo si no?. Tras ella encontrarás a La Bruja Blanca que te llevará de viaje entre el amor, la vida y la muerte, no hay nada más importante ni más mágico que eso. El toro y el león nos enfrentan con los tonos más agudos del violín y de Cadenza desde ellos tal y como advierte el letrero de la entrada. Tras la furia y la fuerza, el temor al animal, al numen, la incertidumbre, viene la calma del árbol, el lago y la montaña, un remanso de paz casi obscena donde el silencio tiene igual o más protagonismo que el sonido, no es John Cage pero John Cage se hubiese sentido orgulloso. Todo para llegar a la puerta de salida, La puerta del ruino, el Finale, porque una vez terminado el viaje el mundo exterior, la realidad, lo que nos espera fuera de este Templo de las Cuevas es el ruido, el caos, la entropía, ese hartazgo existencial que nos lleva una y otra vez a refugiarnos en la música, a la búsqueda continua de pequeñas oquedades en las que escondernos para tomar impulso y renovar fuerzas antes continuar, a querer más monumentos sonoros como este que hoy nos ha reunido aquí durante un rato.

Muy recomendable, sin lugar a dudas. Mi más sonoro aplauso y sincera enhorabuena al señor Palou, Doce Fuegos, por este trabajo maravilloso. Gracias a él por la música y a ti por tu atención.

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