lunes, 3 de julio de 2023

Mundo hormiga - Charlie Kaufman

 Uno de los mayores placeres que conozco en esta vida, otros lo encontrarán absurdo y harán una lista diferente, es pasear por una feria del libro, visitar las distintas casetas, hablar con libreros y bibliófilos de todo pelaje, dejarte llevar por la lujuria consumista y volver a casa cargado de volúmenes que, de otra forma, quizá nunca hubieses llegado a conocer. Esto último me sucedió en la pasada Feria del Libro de Tomares donde, después de unas cuantas casetas, un tocho me llamó la atención al instante. Su imponente presencia y curiosa edición ya gritaban a los cuatro vientos "hey, mírame, hazme casito, no soy un libro normal".




He aquí el tocho a modo de demostración empírica de mis palabras.

La chica de la caseta, que no sé si era librera, representante de la editorial o qué pues no me metí en su vida privada pero le estaré eternamente agradecido por la orientación que me brindó aquel mediodía, me advirtió de lo evidente: "este no es un libro para cualquiera". Ya era tarde, había bicheado la contraportada y estaba prácticamente convencido de querer traerme a casa tan pintoresca opción de lectura. Por mal camino iríamos si una advertencia de "no lo leas" me apartase de un libro que me interesa. (No aprendí nada de El código da Vinci y la advertencia de ciertos conocidos de "esa congregación religiosa" sobre no leerlo por estar prohibido, entonces eso me impulsó, pero si lo de prohibir libros fuese buena idea quizá bodrios como ese serían merecedores de tal castigo, aunque ellos no se referían a eso, evidentemente, pero eso es otra historia que debe ser contada en otra ocasión).


Aquí la contraportada, para seguir ilustrando lo que digo y porque en el Internet la imagen es importante para que no se raye usted por ver mucho texto seguido, más que otra cuestión que pueda ser significativa o relevante.


Total que la buena muchacha me quiso hacer ver que el libro se salía de la norma, que era muy largo (como si no saltase a la vista), que no era algo que le fuese a gustar a todo el mundo y casi me tuve que justificar como bicho raro, devorador de novelones decimonónicos sin miedo a las grandes extensiones (sí, yo me enfrenté a La montaña mágica de Thomas Mann, ya sé que es del XX no se venga de listillo, y lo terminé con gusto de principio a fin) y desafiarla a que si quería libros raros que leyese La senda del hipopótamo, que como usted espero que sepa es de mi autoría, de modo que pudiese ver que por muy zumbado que estuviese el autor de Mundo hormiga yo no le iba a la zaga. Ya con estas la chica pareció convencerse y quedar tranquila en que no me iba a cagar en sus muelas por haberme dejado comprar el libro sin avisar del engendro que me llevaba a casa. A partir de ahí, con amabilidad genuina, respondió mis preguntas sobre la, para mi entonces desconocida, Editorial Barrett que se ha convertido en una de mis favoritas e incluso tuvo a bien dejarme comprar otro libro más, que ya comentaré cuando lea, informándome de que tengo buen ojo para seleccionar libros peculiares. Dios los cría y ellos se juntan, que dice el refrán. Y entonces me empezó a hablar de Charlie Kaufman.

No me duelen prendas reconocer que no tenía ni idea de quien era. La chavala, más versada a todas luces en temas culturetas que yo, y cinéfila al parecer, cosa que yo ni fú ni fá, me habló en términos elogiosos de un montón de pelis que yo no sabía ni que existían y que ahora tengo ganas de ver aunque no recuerdo los títulos, ya me los chivateará el Google, eso no es problema. Finalmente llegó a la peli esa de los que se meten en la cabeza de John Malkovich, Cómo ser John Malkovich creo recordar que se llamaba, y esa sí la conocía. Menuda fumaera de película, jajajaja, ya estaba todo dicho y hecho el libro se venía conmigo a casa. Ya era flan para siempre del autor y la editorial y, ya de paso, de la dicharachera vendedora. No está mal para una mañana.

Ahora viene lo más difícil, hablar sobre el libro, porque realmente no es un libro normal y encierra tantas historias, desdoblamientos, reflexiones y dentro de lo simple que es leerlo entraña una complejidad que cualquierilla se pone a hacer un resumen o a esbozar una explicación sin exponerse a ser apedreado y condenado al escarnio público. De repente me siento como B, ese ubicuo protagonista, crítico de cine profesional (bueno yo ni crítico ni de cine ni profesional pero desde el momento en que siento a escribir una reseña, aunque sea solo para mi y tres más que se asomen, alguna relación tenemos) que intenta reconstruir una película monumental y perdida para siempre para poder entregarla al mundo de algún modo. Porque de eso trata el libro, o bueno, mejor dicho, más o menos trata de eso, de B. que videa, un poco menos que por casualidad aunque luego parezca que no tanto de mil formas, una película muy particular de la que es el único espectador y le cambia la vida. Luego, antes de poder mostrársela al mundo hay un incendio en el que se pierde y él sufre una amnesia que le impide recordar nada.

El punto de partida casi me recuerda a Paul Auster, el viejo Paul Auster, y sus personajes que se enfrentan a deconstrucciones delirantes de su devenir y existencias cotidianas para verse inmersos en viajes casi absurdos de camino hacia su nuevo ser. Pero va más allá de eso. Kaufman no es un mero imitador de Auster, si algún momento si quiera lo tiene en cuenta al escribir no tarda en trascenderlo (pero claro, Nueva York y estas historias rarunas a mí me remiten a Auster del tirón, ¿será condicionamiento clásico?). Tan sólo el personaje ya merece un estudio, de hecho en gran medida la obra es un estudio del personaje en sus diferentes facetas y posibilidades, incluso se enfrentará a distintos yoes, que va descubriendo todas sus miserias y patéticas bajezas sin compasión a cada página, sirviéndose de ello para una reflexión mordaz sobre los temas que ocupan muchas mentes en los tiempos que corren. Una invectiva contra el lenguaje inclusivo y los inclusivismos descerebrados que lleva a nuestro personaje a vivir atormentado por ser quien ser, sintiéndose culpable continuamente de unos supuestos privilegios de los que no queda tan claro que haya disfrutado. Una inmersión el la importancia de la memoria, lo frágil de la identidad, las perversiones y la compulsiones que las acompañan, el racismo y el antisemitismo... ¡Coño, ya sabia yo que tenía que haber tomado notas! Es que el libro es de traca, tiene telita para cortar y remallar. Tampoco voy a ser quien se lo destripe, lo compra y le pega usted una lectura que ya sabe más o menos qué es lo que se puede encontrar.

Es sorprendente como el autor consigue que casi mil páginas de libro se pasen en un suspiro. Es cierto que la maquetación del libro colabora a que sean casi mil páginas, una tipografía un poco más abigarrada y tal lo podría haber reducido a unas setecientas, calculo. Tengo un Crimen y Castigo así, es un castigo leerlo y te preguntas cual fue tu crimen (comprar una edición barata, Félix, comprar una edición barata, ¿cuál si no?). A día de hoy que los años empiezan a pesar y la presbicia hace tiempo que dijo "hola, estoy aquí para quedarme" se agradecen estas maquetaciones con letra generosa e interlineado abundante, aunque sobredimensione un poquito el objeto libro y pueda llevar a pensar que la lectura será más dura. También colabora a que sea una lectura fácil, y mucho, el estilo fluido e hipnótico del señor Kaufman. En resumen que tanta advertencia para que luego el libro se lea solo. Se pone usted delante de él, le rapta y tire millas, a flipar con el amigo B. y su historia incomparable.


Foto para que vea lo que le digo de la maquetación y el rollo ese de no poner mucho texto seguido, aunque me temo que ya me he colado pero es que no sé qué más imágenes puedo poner.


Tengo el libro a mi lado mientras escribo esta ¿reseña?, no sé si merece el nombre, es una reflexión para recordarme a mí mismo que lo he leído mis impresiones más superficiales, y me entran ganas de volver a empezarlo desde el principio aunque casi que recién lo terminé de leer, poco menos de un par de meses. Desde entonces no he parado de darle vueltas y siento que me quedo corto al transmitir cuanto contiene, que realmente tendría que haberlo subrayado y haber tomado notas, currarme la lectura para extraerle más jugo porque lo merece y así poder trasmitir mejor su contenido pero entonces quizá estaría como B. queriendo reescribirlo cuando en este caso es absurdo, el libro está ahí, disponible, puedes comprarlo y leerlo cuando quieras, ¿quien soy yo para contarte todo cuanto contiene si ya lo ha hecho su autor? Supongo que con esto descargo mi conciencia y me quedo tranquilo de cuanto he escrito aquí y, aun más, de cuanto me he quedado en el tintero. Si sirve para despertar su curiosidad y que se lea este libro tan surrealista, al tiempo que profundo y cargado de matices, pues me alegraré. Si no, pues ¿que se le va a hacer?, esto no es más que una entrada en un blog perdido que no lee casi nadie de un autor autopublicado bastante irrelevante, no tiene, ni tendrá, la menor trascendencia, siento haberle hecho perder su tiempo. Tampoco hay que tomarse demasiado en serio a uno mismo, Charlie Kaufman no lo hace, su personaje, B., se entretiene tirándole piedras en más de una ocasión así que ya ve como nos vemos. Lea Mundo hormiga si lo tiene a bien, no sé quién es usted ni si se alegrará de haberlo hecho, pero seguro que ha leído mil libros mucho más chungos.


Muchas gracias por su atención y haber leído hasta aquí, si tiene algo que aportar con gusto podemos charlar en la sección de comentarios.

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